jueves, 17 de octubre de 2013
"... Ser artista es: no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano. A pesar de todo, el verano llega. Pero sólo para quienes sepan tener paciencia, y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad. Esto lo aprendo yo cada día. Lo aprendo entre sufrimientos, a los que, por ello, quedo agradecido. ¡La paciencia lo es todo!"
miércoles, 9 de octubre de 2013
Tengo en mis manos un fragmento de carne hueco por dentro,
sangrando e intentado latir entre mis dedos.
Ahora solo sé que mentira es verdad y la verdad no existe.
Te fuiste cuatro y media y a las cinco comencé a gritar.
Es como si la soledad tuviese dientes afilados que muerden vigorosamente
inoculando su veneno en las noches frías que divagan en las calles.
Y ahí es cuando empieza ...
la cabeza que no piensa demasiado
el pecho que se agita
el par de pies que no avanza
las horas eternas
y las ganas inauditas de morir o estar muy drogadx.
Me jacto de mi mediocridad
fumo
&
me desvelo en las cuatro paredes de este rincón del mundo.
Lucila J.
lunes, 30 de septiembre de 2013
lunes, 9 de septiembre de 2013
Merodeo espacios insólitos, perturbado e insano, recojo
pedazos de mi ser derrumbado. Arrodillado, en el suelo de una estación tomo lo
que alcanzan mis manos. Absurdamente me levanto con la frente en alto y ellos me
miran, murmuran, se sonríen cínicamente.
Ignorándolos, con prisa corro el último tren con un
cigarrillo entre mis dedos que luego dejo caer en las sucias vías. Ellos me
miran, murmuran, se sonríen cínicamente, no dejan de hacerlo.
Subo exhausto, penúltimo vagón, mi pecho agitado despide su
tos ronca de fumador. Armo camino a casa esos trozos de hombre solitario y
ellos me miran, murmuran, se sonríen cínicamente.
Bajo apurado, nervioso y paranoico cruzo la calle mientras
enciendo otro cigarrillo, converso conmigo mismo en voz alta y ellos me miran,
murmuran, se sonríen cínicamente.
Cada vez más cerca de mi hogar, tomo el ascensor, mis manos transpiran…
aún guardo pedazos de mi en el bolsillo izquierdo del gamulán y ellos… ellos me
miran, murmuran, se sonríen cínicamente.
Busco las llaves y abro la puerta, me siento, apoyo mis
codos sobre mis rodillas, tiro fuerte de mi pelo, me quiebro y me largo a
llorar.
Son ellos que me miran…
Pedazos de mí que me miran como a un desconocido. Me miran,
murmuran, se sonríen cínicamente.
Soy yo que me miro, rozando la locura y no se quien soy.
Lucila J.
martes, 3 de septiembre de 2013
viernes, 31 de mayo de 2013
Quisiera jugar en tu cama
cada día a cada hora
Como si el tiempo no existiera para nosotros
como si el cosmos se evaporase con cada húmedo beso sobre la piel.
Jugar con vos como dos niños despreocupados
dedicados tan solo a disfrutar el momento como si no fuésemos a crecer jamás.
Sentir tus manos tomándome por la cintura
invitándome a un mundo lujurioso
Enterrar mis uñas en tu espalda y poco a poco desgarrarla
y que con sutil lentitud y pasión entregues tus tórridos labios.
O tan solo memorizar cada parte de tu cuerpo así como se recuerda un poema leído cientos de veces
cada día a cada hora
Como si el tiempo no existiera para nosotros
como si el cosmos se evaporase con cada húmedo beso sobre la piel.
Jugar con vos como dos niños despreocupados
dedicados tan solo a disfrutar el momento como si no fuésemos a crecer jamás.
Sentir tus manos tomándome por la cintura
invitándome a un mundo lujurioso
Enterrar mis uñas en tu espalda y poco a poco desgarrarla
y que con sutil lentitud y pasión entregues tus tórridos labios.
O tan solo memorizar cada parte de tu cuerpo así como se recuerda un poema leído cientos de veces
Lucila J.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Hay tormenta. Un nubarrón de sentimientos. Mi alma descansa bajo los cimientos de mi corazón, creo que ya perdí la razón e intento olvidar mi nombre… viajar por el cosmos. Pero veo el reflejo de mi rostro en los ojos de cada hombre.
Realmente detesto este disfraz de ser humano que me tocó llevar puesto. Quisiera ser cualquier animal, menos éste, desesperado destructor, carente de valores verdaderos, incrédulo dueño de un alma inquietante que deambula vagamente por escombros del sueño de lo que pudo haber sido.
Ahora me exilio del disfraz, lo doblo y lo pongo debajo de la almohada, mis párpados cansados se dejan caer esperando a elevarme tan alto hasta jamás retornar. Pero vuelvo a abrir mis ojos y me encuentro con el techo de mi habitación, otra vez. Esta mañana será diferente, no volveré a tropezar mi vista con la azotea. Le daré fin a aquel disfraz, descubriré el ácido y dulce sabor del deceso.
Lucila J.
lunes, 25 de febrero de 2013
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